viernes, 7 de diciembre de 2007

El velatorio


Genaro era un hombre normal de mediana edad y murió como vivió, normalmente, sin aspavientos, ni mire usted que me duele aquí o allí, se murió como se muere la gente o como nos moriremos todos un día u otro; pero tranquilos, hoy hablamos de Genaro y Genaro se murió, o la diñó y ya esta.
Así que lo llevaron a su casa y lo pusieron en su cama lo mejor que pudieron y al poco rato comenzaron a llegar los vecinos, porque, eso si, para eso somos solidarios de narices. El tío ya se ha muerto, por lo tanto automáticamente deja de ser competencia.
Total, que comenzó el velatorio.
¿Que no acudió a ninguno?
Pues no pierda más tiempo hombre, en cuanto tenga ocasión vaya a uno.
Conocerá del muerto todo lo bueno que hizo en la vida, pero eso no es lo interesante.
El muerto, ya está muerto, ni te va a hacer daño ni tú se lo puedes hacer a él.
Lo interesante está en los vivos.
Si observas al personal vivito, te darás cuenta que, aunque la muerte cercana nos recuerda nuestra fragilidad, ni por asomo pensamos un segundo, que un día nos veremos como Genaro. Que se muera Genaro es normal, para eso somos humanos, como Pepe, Juan Antonio, pero a nosotros no, ¿como narices nos va a pasar eso a nosotros?

Hace mucho tiempo que no asisto a bodas, bautizos ni entierros.
Bueno, a bodas con decir que no fui ni a la mía.
Y a la comunión y al bautizo no me preguntaron nada, me llevaron a la fuerza y me pusieron un nombre con el que yo nunca he estado de acuerdo.
No disponía aún de mucho conocimiento cuando me preguntó un niño mayor:
- ¿ Y tú como te llamas ricura?
Y yo, inocentemente, casi sin atreverme, le dije:
- Antonio.
Y comenta el guasón mirando para otro lado:
- Haces bien, ¡para cuatro días que vamos a vivir!.
Lo que me faltaba, así que cuando llegue a mi casa le dije a mi madre:
- ¡Mamá, yo quiero cambiarme el nombre!
- ¿Por qué cariñito? Con lo bonito que es.
- Porque no me gusta.
- Bueno, no te enfades, desde ahora te llamaremos Toni,.
- ¿Qué? ¡Eso, ni hablar!.
- ¿Por qué?
- Porque me suena a mariquita.
- Bueno, pues Toño.
- Eso menos.
- ¿Pero porqué?
- Mamá, el nombre de una persona le condiciona la vida para siempre.
- Pero quién te ha dicho esa tontería.
- Pues hace un momento un niño en la calle. "Antonio, vaya vulgaridad, ¿dónde pretendes ir con ese nombre chaval?"
Y lo peor es que tiene razón, ¡Antonio, ... Antonio...!
- ¡Pues hijo, como Marco Antonio, ... como Antonio...!, bueno, no me acuerdo de más Antonio importantes, además, así se llamaba tu abuelo, que bien alto y guapo que era.
- Vaya por Dios, mamá, ¿pero yo no tenía otro abuelo?
– Si.
- ¿Entonces porqué no me pusisteis su nombre?
- Ya te lo pusimos, también se llamaba Antonio.
- Mamá, pero si tu me has dicho siempre que me lo pusiste por tu padre y así fue, o sea ¿qué por el padre de mi padre no ha sido?
- ¡Hombre, también!.
- Eso, cómo lo de los dos pájaros de un tiro, ¿no?
- No, ni hablar, tú te llamas Antonio por mi padre, que era tu abuelo.
- ¿Y el otro no era mi abuelo?
- Hombre también, pero no tanto.
- ¿Pero cómo que no tanto? ¿Era mi abuelo, o no era mi abuelo?
- Mira niño que me dejes, que los abuelos... abuelos, son los padres de la madre, los otros son otra cosa como… más extraña, más lejana.

Perdón, me he ido un poco del asunto, ¿por donde íbamos?
Ah, si, con el velatorio.
Como os decía, mi mujer y yo hicimos un pacto hace mucho tiempo: no iríamos jamás, se tratara de quien fuere, a un bautizo, una boda, o un velatorio, bueno a ningún acto social con el que no estuviéramos de acuerdo.
Porque ya me dirán ustedes. ¿Quién tiene doscientos amigos? Si los que tenemos mucha suerte, a veces tenemos uno, cuatro o cinco amiguetes y un montón de conocidos.
Entonces ¿como puñeta montamos un bodorrio con doscientas o trescientas personas? Si a la mayoría ni las conocemos y en muchos casos no las volveremos a ver más.
Lo tengo clarísimo, es un mal negocio, no hay regalos que llenen el hueco que me robaría ese día el espacio para estar por una vez, solo con quien me apetezca compartir mi efímera felicidad.

A mi me gustaría que a mi entierro no viniera nadie, solo mi familia directa, nada de amiguetes, ni vecinos, porteras y gente que solo hace bulto.
De donde me pille la parca, a la incineradora.
Lo que mas me aterroriza de la muerte es que me metan en un agujero de esos con lapida de mármol, que solo le falta que le pongan Dolce & Gabbana, o un pequeño cocodrilo en la parte superior izquierda y su correspondiente epitafio con letras doradas.
Y en el velatorio, si lo hubiere, no quiero a nadie dándole el coñazo a mi familia.
¡Váyase usted al carajo, señor tabarras!.
Si tiene algo bonito que decir de mi, dígamelo cualquier día que nos crucemos en la calle:
- Hola Antonio, ¿cómo estas majete? Tengo que felicitarte por lo valiente que eres, tío, y por lo buena gente que eres, me gusta tu estilo, si señor , al pan, pan y al vino, vino. Con dos pares de narices y ya está.
Yo me voy contento y él más, por haber tenido la suerte de conocer a un tío normal.
Lo que no se puede tolerar son esas costumbres ancestrales de la viuda con el pañuelo en la mano vestida de negro para la ocasión, dándole un recital de llanto a moco tendido cada vez que entra por la puerta el hipócrita de turno.
A veces hay gente que siente la pérdida del fallecido, pero por lo general, en un velatorio, se piensa lo contrario de lo que se dice.
Los hay que son la repera. Estaba el amigote de cuerpo presente cuando apareció en medio de la parafernalia gritando:
- ¡Genaro, ya te lo decía yo mil veces, te lo dije, deja de fumar que el tabaco te mata! Y tu, ¡dale a la 'picotina'!.Y yo, ¡que te mata!. Y tu, ¡dale al tabaco!, y ¡venga a darle al dichoso cigarrito!. Y uno y otro y ¡dale que te pego a la 'picotina'!. Y yo, ¡que te mata!.
La viuda, harta de escuchar al continuo, se levanta con su pañuelo empapadito de lágrimas y le grita:
- Por favor Escolapio, ¡déjalo en paz, que lo ha pillado un camión!.
Y el pelmazo contestó rotundo: ¡de acuerdo!, ¡pero... iba a buscar tabaco!

Yo no se cuando se perderán estas costumbres en las zonas rurales, porque en las grandes ciudades casi no existen, allí te llevan al tanatorio, que vaya nombrecito, fíjense bien, lo cerquita que esta de sanatorio y ¡caramba que repelús!, los que no estamos muy puestos en esto podemos caer fácilmente en el error.
Por ejemplo, a ti te dicen:
- "A fulanito le ha dado un infarto y lo han llevado al tanatorio", y tu puedes entender que lo han llevado al hospital.
Al cabo de un mes, te encuentras con la mujer y tu inocentemente le dices:
- Que, ¿como esta el machote de tu marido?
En fin que yo creo que las cosas buenas hay que hacerlas con los vivos, que fulano es un capullo, pues tienes dos opciones, ignorarlo, o si cae el caso:
- "Mira fulano, tu a mí no me molas, así que no me pises que llevo chanclas"
Y cuando conoces a alguien normal, buena gente, educado, pues tratarlo con el respeto que se merece, pero en vida.
De que te pude servir que cuando la diñes bauticen una calle con tu nombre, si tal vez ni siquiera pasaste por allí en toda tu vida.
Hay costumbres que son la pera, menos mal que en el mundo occidental las estamos dejando como recuerdos y fiestorras paganas camufladas con religiones y recuerdos-
¡Y decimos que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla!.
Pues anda que si nos pasara eso, menudo marrón.
Como os decía, cuando se llevan al fiambre se pone la familia al completo en la puerta de la casa y comienza el espectáculo con más mala uva y menos imaginación que he visto en toda mi vida. Uno por uno, van pasando los asistentes dándole la mano a los familiares más allegados.
Y todo el mundo repite la dichosa frase:
- Te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento.
-Te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento…
- ¡Qué, ¿cansa? Pues yo me he parado antes de veinte.
Eso es patético, que falta de respeto al muerto.
Pero es que nadie es capaz de salirse de la cadena de estupideces.
En otras culturas van detrás del muerto cantando como autómatas.
Pues la verdad, otro esperpento. ¡Qué narices le va a gustar al muerto escuchar las canciones de una muchedumbre de hipócritas.
Si el tío está muerto, está muerto. Y ni oye, ni ve, ni escucha. Caramba, ¿ pero cómo narices hay que decirle a la gente que entiendan que esta muerto?
Si el muerto quisiera algo, creo yo, que seria silencio y respeto, pero estoy seguro que tampoco, porque si quisiera algo, no estaría muerto, ¿o... no?.
P.Santos

No hay comentarios: