viernes, 8 de febrero de 2008

CARNAVALES 2008

¡Ya se pasaron los carnavales!
Mis nietos estaban loquitos porque llegasen para disfrazarse.
La nena quería participar en el desfile del pueblo vestida de payaso.
El niño pensó que lo mejor era actuar por su cuenta y no tener solamente un minuto de gloria mientras se paseaba por el escenario, por eso pensó que lo mejor era no inscribirse y actuar en la plaza del pueblo mientras se producía el desfile.
Por eso se disfrazó de espía y mientras desfilaban los disfraces por el escenario, él actuaba en la plaza como distraído detrás de un periódico, apoyando su hombro en una esquina, en un árbol o una farola, mientras espiaba a los demás a través de un agujero en su periódico, y de vez en cuando, anotando en su libreta y cambiando de lugar y posición para que lo vieran todos los asistentes.
Disfrutó como un enano y fue admirado por los asistentes.
La gracia, el candor y la carita de bondad de la niña también llamaron la atención.

martes, 29 de enero de 2008

LA HORA



Yendo a Zaragoza un viajante observa que su reloj se ha parado.

Al distinguir a un pastor con su rebaño al lado de la carretera y junto a su burro, decide preguntarle la hora.

El pastor coge con su mano el rabo del burro, lo levanta, y le indica que son las 11,35.

El viajante pone su reloj en hora y continua hacia Zaragoza, donde tras realizar una gestión regresa por la misma carretera.


Al observar a lo lejos que el pastor sigue en el mismo lugar, decide comprobar si realiza la misma operación para conocer la hora.
Y si, efectivamente, vuelve a coger el rabo del burro y levantarlo para averiguar la hora, y que esta coincida con su reloj.

Asombrado le dice:
- Perdone Vd. pero yo había oído que vds. mirando el cielo, las estrellas, etc., llegaban a averiguar un montón de cosas, pero no sabía que se puede saber la hora levantando el rabo de un burro...
¿Es que, quizás su sombra hace de reloj de sol?

- No diga tonterías, hombre. Lo que hago es apartarlo para poder ver el campanario del pueblo.

P. Santos.

lunes, 10 de diciembre de 2007

¡Vaya robo!

Los Pérez, una familia normal y corriente deciden, como tantas otras familias, marcharse de vacaciones en verano a un pequeño pueblecito perdido en la montaña.
Para que no quedara solo todo el mes, la familia se lleva al abuelo con ellos, que desde que se quedó viudo está muy triste y alicaído.
¡A ver si con los nietos se anima un poco y, con el aire y el sol, se olvida un poco de la abuela y mejora!.
Durante la mayor parte de la estancia todo transcurre sin problemas.
Los niños disfrutan del aire libre, corren y juegan sin parar. Se juntan con los chavales más traviesos y hacen un sin fin de perrerías.
Los padres gozan de una gran tranquilidad por aquello de "aquí no hay peligros y se puede dejar que los chavales jueguen a sus anchas"
Y el abuelito da sus paseos a la puesta del sol.
Pero un día nefasto, a pocas fechas de la vuelta, el abuelo se echó la siesta y no se levantó más de la cama, porque el pobre, de repente, sin hacer ni un ruido, había pasado a mejor vida mientras dormía.
El problema que se le creó al yerno fue impresionante.
En vista de ello habló con su mujer:
- ¡Vaya problema que nos origina tu padre! ¡No teníamos suficiente con haber tenido que pagar todos los gastos del entierro de tu madre, que ahora va él y se nos muere aquí para más "inri"!Y, el muy cabezota, nunca quiso tener un seguro de entierro. Esto nos va a costar un ojo de la cara y ... ¡no tenemos ni un céntimo después de las vacaciones que nos hemos pegado!No tenemos más remedio que buscarnos la vida para trasladar al abuelo de vuelta a la ciudad hasta su última morada. No hay dinero para pagar el traslado.Por supuesto, a los niños ni una palabra, ni un detalle que les haga sospechar lo que ha pasado con el abuelo.
En un principio pensaron en llevar al pobre abuelo en el asiento de atrás y decirles a los hijos que no le molestasen porque estaba durmiendo. Pero luego pensaron que les iban a crear un trauma de por vida cuando se enterasen del hecho de haber viajado sentados en el coche junto a su abuelo muerto.Por lo que, sin pensarlo dos veces decidieron empaquetarlo con unas mantas, bien atado con unas cuerdas, y colocarlo en la baca del coche, sujetándolo bien con los pulpos, como si fuera el equipaje y trasladarlo así hasta la ciudad.
A los niños les contaron que el abuelo se iba a quedar a pasar el resto del verano con unas amistades que había hecho en el pueblo y le habían invitado, así que no sospecharon nada en absoluto.
Parecía que todo se había solucionado sin mayores complicaciones.Pero tuvieron que repostar combustible y pararon en una gasolinera para echar gasolina, tomar unos refrescos y vaciar sus vejigas.El caso es que tardaron bastante en regresar al automóvil.Cuando se disponían a reanudar el viaje, Juanito, el hijo menor, se da cuenta de que los pulpos están por los suelos y "el equipaje" no está en la baca.
- ¡Nos han robado el equipaje, papá! - grita Juanito señalando la baca vacia.
- ¡Nos han robado al abuelo! - grita la madre.
La gente mira estupefacta y no pueden imaginar lo que ha pasado.
Los policias de tráfico acuden rápidamente con sus motos.
El padre se ve obligado a contar a los guardias lo sucedido. Estos se ponen rápidamente en movimiento y, ya a varios kilómetros, dan alcance a una furgoneta sospechosa que había repostado en la misma gasolinera. La detienen en el arcén, hacen descender a los ocupantes y les obligan a mostrar el contenido del equipaje.Ellos confiados empiezan a desatar y ...
¿Podeis imaginar la cara de los incautos ladrones que, esperando encontrar el equipaje de la familia repleto de cosas de valor se encuentran con el "regalito" del abuelo?.
Esa vez se fueron contentos al calabozo que estaba superpoblado con toda la familia del "fiambre".
El asunto está ahora mismo en manos de los tribunales
Pablo

viernes, 7 de diciembre de 2007

El velatorio


Genaro era un hombre normal de mediana edad y murió como vivió, normalmente, sin aspavientos, ni mire usted que me duele aquí o allí, se murió como se muere la gente o como nos moriremos todos un día u otro; pero tranquilos, hoy hablamos de Genaro y Genaro se murió, o la diñó y ya esta.
Así que lo llevaron a su casa y lo pusieron en su cama lo mejor que pudieron y al poco rato comenzaron a llegar los vecinos, porque, eso si, para eso somos solidarios de narices. El tío ya se ha muerto, por lo tanto automáticamente deja de ser competencia.
Total, que comenzó el velatorio.
¿Que no acudió a ninguno?
Pues no pierda más tiempo hombre, en cuanto tenga ocasión vaya a uno.
Conocerá del muerto todo lo bueno que hizo en la vida, pero eso no es lo interesante.
El muerto, ya está muerto, ni te va a hacer daño ni tú se lo puedes hacer a él.
Lo interesante está en los vivos.
Si observas al personal vivito, te darás cuenta que, aunque la muerte cercana nos recuerda nuestra fragilidad, ni por asomo pensamos un segundo, que un día nos veremos como Genaro. Que se muera Genaro es normal, para eso somos humanos, como Pepe, Juan Antonio, pero a nosotros no, ¿como narices nos va a pasar eso a nosotros?

Hace mucho tiempo que no asisto a bodas, bautizos ni entierros.
Bueno, a bodas con decir que no fui ni a la mía.
Y a la comunión y al bautizo no me preguntaron nada, me llevaron a la fuerza y me pusieron un nombre con el que yo nunca he estado de acuerdo.
No disponía aún de mucho conocimiento cuando me preguntó un niño mayor:
- ¿ Y tú como te llamas ricura?
Y yo, inocentemente, casi sin atreverme, le dije:
- Antonio.
Y comenta el guasón mirando para otro lado:
- Haces bien, ¡para cuatro días que vamos a vivir!.
Lo que me faltaba, así que cuando llegue a mi casa le dije a mi madre:
- ¡Mamá, yo quiero cambiarme el nombre!
- ¿Por qué cariñito? Con lo bonito que es.
- Porque no me gusta.
- Bueno, no te enfades, desde ahora te llamaremos Toni,.
- ¿Qué? ¡Eso, ni hablar!.
- ¿Por qué?
- Porque me suena a mariquita.
- Bueno, pues Toño.
- Eso menos.
- ¿Pero porqué?
- Mamá, el nombre de una persona le condiciona la vida para siempre.
- Pero quién te ha dicho esa tontería.
- Pues hace un momento un niño en la calle. "Antonio, vaya vulgaridad, ¿dónde pretendes ir con ese nombre chaval?"
Y lo peor es que tiene razón, ¡Antonio, ... Antonio...!
- ¡Pues hijo, como Marco Antonio, ... como Antonio...!, bueno, no me acuerdo de más Antonio importantes, además, así se llamaba tu abuelo, que bien alto y guapo que era.
- Vaya por Dios, mamá, ¿pero yo no tenía otro abuelo?
– Si.
- ¿Entonces porqué no me pusisteis su nombre?
- Ya te lo pusimos, también se llamaba Antonio.
- Mamá, pero si tu me has dicho siempre que me lo pusiste por tu padre y así fue, o sea ¿qué por el padre de mi padre no ha sido?
- ¡Hombre, también!.
- Eso, cómo lo de los dos pájaros de un tiro, ¿no?
- No, ni hablar, tú te llamas Antonio por mi padre, que era tu abuelo.
- ¿Y el otro no era mi abuelo?
- Hombre también, pero no tanto.
- ¿Pero cómo que no tanto? ¿Era mi abuelo, o no era mi abuelo?
- Mira niño que me dejes, que los abuelos... abuelos, son los padres de la madre, los otros son otra cosa como… más extraña, más lejana.

Perdón, me he ido un poco del asunto, ¿por donde íbamos?
Ah, si, con el velatorio.
Como os decía, mi mujer y yo hicimos un pacto hace mucho tiempo: no iríamos jamás, se tratara de quien fuere, a un bautizo, una boda, o un velatorio, bueno a ningún acto social con el que no estuviéramos de acuerdo.
Porque ya me dirán ustedes. ¿Quién tiene doscientos amigos? Si los que tenemos mucha suerte, a veces tenemos uno, cuatro o cinco amiguetes y un montón de conocidos.
Entonces ¿como puñeta montamos un bodorrio con doscientas o trescientas personas? Si a la mayoría ni las conocemos y en muchos casos no las volveremos a ver más.
Lo tengo clarísimo, es un mal negocio, no hay regalos que llenen el hueco que me robaría ese día el espacio para estar por una vez, solo con quien me apetezca compartir mi efímera felicidad.

A mi me gustaría que a mi entierro no viniera nadie, solo mi familia directa, nada de amiguetes, ni vecinos, porteras y gente que solo hace bulto.
De donde me pille la parca, a la incineradora.
Lo que mas me aterroriza de la muerte es que me metan en un agujero de esos con lapida de mármol, que solo le falta que le pongan Dolce & Gabbana, o un pequeño cocodrilo en la parte superior izquierda y su correspondiente epitafio con letras doradas.
Y en el velatorio, si lo hubiere, no quiero a nadie dándole el coñazo a mi familia.
¡Váyase usted al carajo, señor tabarras!.
Si tiene algo bonito que decir de mi, dígamelo cualquier día que nos crucemos en la calle:
- Hola Antonio, ¿cómo estas majete? Tengo que felicitarte por lo valiente que eres, tío, y por lo buena gente que eres, me gusta tu estilo, si señor , al pan, pan y al vino, vino. Con dos pares de narices y ya está.
Yo me voy contento y él más, por haber tenido la suerte de conocer a un tío normal.
Lo que no se puede tolerar son esas costumbres ancestrales de la viuda con el pañuelo en la mano vestida de negro para la ocasión, dándole un recital de llanto a moco tendido cada vez que entra por la puerta el hipócrita de turno.
A veces hay gente que siente la pérdida del fallecido, pero por lo general, en un velatorio, se piensa lo contrario de lo que se dice.
Los hay que son la repera. Estaba el amigote de cuerpo presente cuando apareció en medio de la parafernalia gritando:
- ¡Genaro, ya te lo decía yo mil veces, te lo dije, deja de fumar que el tabaco te mata! Y tu, ¡dale a la 'picotina'!.Y yo, ¡que te mata!. Y tu, ¡dale al tabaco!, y ¡venga a darle al dichoso cigarrito!. Y uno y otro y ¡dale que te pego a la 'picotina'!. Y yo, ¡que te mata!.
La viuda, harta de escuchar al continuo, se levanta con su pañuelo empapadito de lágrimas y le grita:
- Por favor Escolapio, ¡déjalo en paz, que lo ha pillado un camión!.
Y el pelmazo contestó rotundo: ¡de acuerdo!, ¡pero... iba a buscar tabaco!

Yo no se cuando se perderán estas costumbres en las zonas rurales, porque en las grandes ciudades casi no existen, allí te llevan al tanatorio, que vaya nombrecito, fíjense bien, lo cerquita que esta de sanatorio y ¡caramba que repelús!, los que no estamos muy puestos en esto podemos caer fácilmente en el error.
Por ejemplo, a ti te dicen:
- "A fulanito le ha dado un infarto y lo han llevado al tanatorio", y tu puedes entender que lo han llevado al hospital.
Al cabo de un mes, te encuentras con la mujer y tu inocentemente le dices:
- Que, ¿como esta el machote de tu marido?
En fin que yo creo que las cosas buenas hay que hacerlas con los vivos, que fulano es un capullo, pues tienes dos opciones, ignorarlo, o si cae el caso:
- "Mira fulano, tu a mí no me molas, así que no me pises que llevo chanclas"
Y cuando conoces a alguien normal, buena gente, educado, pues tratarlo con el respeto que se merece, pero en vida.
De que te pude servir que cuando la diñes bauticen una calle con tu nombre, si tal vez ni siquiera pasaste por allí en toda tu vida.
Hay costumbres que son la pera, menos mal que en el mundo occidental las estamos dejando como recuerdos y fiestorras paganas camufladas con religiones y recuerdos-
¡Y decimos que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla!.
Pues anda que si nos pasara eso, menudo marrón.
Como os decía, cuando se llevan al fiambre se pone la familia al completo en la puerta de la casa y comienza el espectáculo con más mala uva y menos imaginación que he visto en toda mi vida. Uno por uno, van pasando los asistentes dándole la mano a los familiares más allegados.
Y todo el mundo repite la dichosa frase:
- Te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento.
-Te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento, te acompaño en el sentimiento…
- ¡Qué, ¿cansa? Pues yo me he parado antes de veinte.
Eso es patético, que falta de respeto al muerto.
Pero es que nadie es capaz de salirse de la cadena de estupideces.
En otras culturas van detrás del muerto cantando como autómatas.
Pues la verdad, otro esperpento. ¡Qué narices le va a gustar al muerto escuchar las canciones de una muchedumbre de hipócritas.
Si el tío está muerto, está muerto. Y ni oye, ni ve, ni escucha. Caramba, ¿ pero cómo narices hay que decirle a la gente que entiendan que esta muerto?
Si el muerto quisiera algo, creo yo, que seria silencio y respeto, pero estoy seguro que tampoco, porque si quisiera algo, no estaría muerto, ¿o... no?.
P.Santos

viernes, 16 de marzo de 2007

Ojo clínico

Dos compañeros del MIR caminaban cerca de la Moncloa mirando a las gentes y practicando el “ojo clínico

-Fíjate en ese tío que viene ahí. ¡Que ojeras! Y que bolsas bajo los ojos con ese color cetrino. No cabe la menor duda: enfermo del riñón. ¿Estás de acuerdo?

-Sí, sí. Y mira esa tan amarilla, con esa boca estirada, ¿no te parece una segura candidata a una cirrosis hepática?

-Pudiera ser...

En esto que divisan un varón, mayor, con bastantes dificultades para caminar a pesar de su bastón. Camina encorvado en ángulo de sesenta grados, las piernas separadas y semidobladas, la mano que sujeta el bastón muy temblorosa... la cara inexpresiva y el andar lento e inseguro. Hace numerosas paradas y reemprende su marcha con muchas vacilaciones.

-¿Has visto ese? Creo que es un declarado “Mal de PO". Ese caminar doblado, esa marcha incierta, ese temblor en las extremidades. Seguro: “Mal de PO".

-No estoy de acuerdo contigo. Seguro que se trata de un “Parkinson” avanzado. Mira como le tiembla hasta el bastón, fíjate en su mirada incierta, en su respiración alterada... Es un “Parkinson”

-“Mal de PO".

-“Parkinson”

-“Mal de PO".

-“Parkinson”

-“Mal de PO".

-“Parkinson”

-Salgamos de dudas, acerquémonos y preguntémosle.

-Vale, preguntémosle.

-Buenas tardes, señor. Somos Médicos Residentes Internos del Hospital Clínico y estamos discutiendo a causa de usted.

-Sabemos, por “ojo clínico” que padece una enfermedad, pero no nos ponemos de acuerdo mi compañero y yo.

-Yo opino, después de observarle a simple vista y ver sus características, que usted padece “Parkinson”. Esos temblores, esa incertidumbre en el andar...

-Creo que mi compañero se equivoca y opino que lo suyo es “Mal de PO". Esa inclinación del tórax, esa forma de separar las extremidades...

-¡Pues yo creo que nos equivocamos los tres! -dijo el mal oliente anciano.

-¿Cómo los tres? –se miraron perplejos ambos MIR

-¡Sí, los tres –afirmó de nuevo- Yo creía que era un “pedín” y se me ha ido por la pata abajo!